Desarrollo: adaptación al cambio

En muchos lugares del mundo faltan oportunidades de trabajo. En otros, con multitudes viviendo en situación de pobreza, Juanito3los dueños de fábricas desesperan por encontrar trabajadores dispuestos a cumplir con sus tareas en tiempo y forma. Así lo describía un reciente artículo en The Economist, informando sobre los desafíos que enfrentan hoy algunos países africanos. A modo de ejemplo, comenta el caso de una empresa fabricante de indumentaria, que recientemente radicó una de sus fábricas en Etiopía. Y lo hizo por la sencilla razónde que su producción requiere abundante mano de obra y allí los salarios son sensiblemente más bajos que en los otros países donde produce. También lo hace porque son bajos los costos logísticos de trasladar hacia Etiopía los insumos para la fabricación y luego trasladar desde allí esa producción a los mercados de destino.

De más está decir que los salarios en ese tipo de sociedades son de bajo valor porque es enorme la cantidad de personas que necesitan trabajar por un salario, y las oportunidades de hacerlo son pocas. Sin embargo, en el país africano mencionado, un tercio de los trabajadores permanece en el trabajo menos de tres meses y un 77% menos de un año, sigue describiendo el artículo. En este caso, la fábrica contrata mujeres jóvenes que provienen de familias asentadas en las áreas rurales desde siempre. Mientras se encuentran en la ciudad trabajando para la fábrica sus condiciones de vida son muy precarias y las desalienta a mantenerse en el empleo. Durante la temporada de cosecha abandonan el puesto. Pero no solo dejan el trabajo por iniciativa propia: también son despedidas por llegar tarde a la fábrica, o por incumplir reiteradamente con sus compromisos de producción. Así, y sin quitar importancia a las poco favorables condiciones de trabajo, el principal factor que hace que estas jóvenes deserten es de tipo cultural: por su origen familiar campesino poseen hábitos y una mentalidad para el trabajo propia de los contextos agrarios. Desde esa perspectiva ellas juzgan que el trato dentro de la fábrica es impersonal, rígido y no contempla adecuadamente sus necesidades.

Nada que sorprenda: estas mujeres jóvenes provienen de sociedades moldeadas al ritmo de los ciclos agrarios y de la altura del sol en el horizonte, con épocas de muy disímil carga de trabajo diaria y donde suele predominar el sistema solidario de dones y contra-dones propio de toda comunidad campesina, donde sus miembros se conocen. El cambio hacia sociedades industriales es muy brusco y profundo. En éstas reina el reloj, la auto-disciplina y la mayoría de las relaciones laborales ocurren entre personas que se desconocen, son impersonales y se rigen por contratos escritos.

Transformarnos de campesinos por enésima generación a trabajadores industriales no fue ni será sencillo. Como recuerda certeramente el artículo, los problemas que en este terreno enfrentan hoy esas sociedades africanas resultan muy parecidos a los que enfrentó Inglaterra en el siglo XVIII en la región de Lancashire, donde la producción de textiles en establecimientos que reunían a trabajar a muchas personas provenientes del ámbito rural inició lo que luego conoceríamos como la revolución industrial; o la situación que enfrentaron las ciudades chinas hace 30 años, o muchas de nuestras ciudades latinoamericanas desde 1930 en adelante, casi hasta nuestros días. El cambio de campesino a trabajador industrial no solo supone la adquisición de distintas habilidades o conocimientos. También demanda distintas actitudes, creencias y valores. Cosas muy difíciles de lograr en el plazo de una misma generación. Las personas no somos tan maleables. No todos lo logramos, ni todos los que lo logran lo hacen a la misma velocidad. Es un desafío análogo al que enfrentamos al migrar a un país distinto del nuestro, a una sociedad con otras pautas: cuanto más distinta sea la sociedad que nos recibe con respecto a la que nos vio nacer y crecer, más difícil nos será la adaptación. Y todo proceso de adaptación social y cultural es arduo.

Quienes nos encontramos involucrados en impulsar iniciativas que promueven el desarrollo a veces olvidamos esta perspectiva. Perdemos de vista que nuestros proyectos son, en última instancia, intervenciones que apoyan a las personas a sobrellevar procesos de adaptación económica, social o cultural. Adaptación como ajuste en las formas materiales de vida y en las formas de concebir el mundo. Modificaciones que realizamos las personas para poder aprovechar las oportunidades que ofrece un nuevo contexto y para neutralizar sus riesgos. La adaptación entendida como sinónimo de transformación exitosa para desenvolvernos en otro contexto, como evolución, progreso y desarrollo.

¿Cómo apoyamos esa adaptación? Básicamente a través de dos tipos de estrategias: una gran familia de proyectos para el desarrollo focaliza en mejorar las condiciones materiales de vida, de modo de facilitar el pasaje de las personas hacia nuevas formas de vida. Un ejemplo: los proyectos que brindan una mejor infraestructura de agua potable y saneamiento a quienes nunca antes contaron con esos servicios. Otra gran familia de intervenciones recurre a otra estrategia, de carácter blando: apoya el proceso de cambio en la dimensión correspondiente a las formas de concebir el mundo, por ejemplo, promueve entre las familias una nueva visión sobre las niñas y niños en sus primeros años de vida, con vistas a fortalecer las acciones de estimulación temprana a través de la comunicación, el juego y del afianzamiento de la autoestima.

Dos grandes familias de estrategias y un mismo fundamento: la promoción del desarrollo concebida como iniciativas destinadas a apuntalar procesos de adaptación de las personas a los cambios económicos, sociales o culturales que deben enfrentar con el fin de mejorar su calidad de vida.

Para saber más:

Quienes gusten profundizar el conocimiento sobre las dinámicas de estas estrategias de promoción del desarrollo, encontrarán descrita una opción de formación ejecutiva en este link

Quienes deseen leer el artículo mencionado, perteneciente a la publicación The Economist, aquí podrán hacerlo.

Imagen: Juanito Laguna lleva la comida a su padre peón metalúrgico, Autor: Antonio Berni, 1961, imagen obtenida del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Para una descripción del contenido de la obra, ver Google Arts & Culture . Sobre el autor, ver Antonio Berni.



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