Las iniciativas para el desarrollo pueden originarse en el seno de un proceso de decisión de alto nivel político.
Aún así, en el nivel comunitario y al momento de llevarse a cabo, existirá otro proceso de toma de decisiones, uno en el cual se involucrarán las partes interesadas locales. Y será así porque análogamente a lo que sucede en altas esferas políticas de un país, en nuestro oficio de gestores del desarrollo también se hace necesario procesar las diferencias de opinión e intereses, y manejar los riesgos que tales desavenencias podrían acarrear para el éxito de la intervención.
Volvamos a tomar de ejemplo la construcción de una represa hidroeléctrica que generará durante mucho tiempo electricidad no contaminante y barata que beneficiará a todo el país. Una obra que fue incluida en el plan y presupuesto de la Nación por las fuerzas políticas con representación parlamentaria. Su realización conlleva un costo: una comunidad verá inundadas sus tierras y por ello sufrirá un perjuicio evidente. Un daño que no alcanzaremos a compensar al otorgarles otras tierras y viviendas, así sean mejores que las originales: en la mudanza de todo un pueblo existirán, además de los costos económicos, otros de índole social, cultural y afectivo. Por ejemplo, el dolor que produce saber que aquella casa o finca en donde se criaron y vivieron varias generaciones de nuestra familia terminará sumergida definitivamente en el fondo de un lago. O que será necesario mudar el cementerio donde descansan nuestros ancestros, con todo lo que ello implica en términos de las creencias y ritos funerarios.
El beneficio que obtendrá la sociedad nacional en su conjunto será gigante en comparación al perjuicio que enfrentará la comunidad obligada a trastornar su vida de una forma tan radical. Ese enorme beneficio general es lo que habrá volcado la balanza a favor de realizar la obra. Pero es impensable llevarla adelante sin más, como si las personas afectadas no contaran. Hay allí un desafío importante: será necesario que los representantes de la iniciativa escuchemos atentamente a la comunidad perjudicada. Que conozcamos y comprendamos cómo ella percibe la situación. Que informemos en detalle sobre las características del proyecto. Que la asistamos técnica y organizativamente para identificar, analizar y evaluar los cambios que la mudanza traerá aparejados en su forma de vida. Que introduzcamos en el proyecto original todos aquellos cambios que permitan neutralizar o minimizar hasta donde sea posible los impactos negativos en su forma de vida. Por último, que utilicemos los recursos del proyecto para obras y servicios complementarios destinados a mejorar la calidad de vida de la comunidad afectada, todo ello como forma de compensar los perjuicios inevitables que le produce una obra que beneficiará y traerá progreso al conjunto del país. Esa ardua tarea del equipo a cargo del proyecto representa, además de un compromiso ineludible con los derechos humanos de las personas afectadas, un componente esencial de la gestión de riesgos de la iniciativa.
Semejante proceso de consulta y negociación comunitaria conlleva una conversación sostenida y profunda sobre todos y cada uno de los aspectos del proyecto entre los impulsores del proyecto y los representantes de los grupos comunitarios. Aún así, aunque el proceso fuera desarrollado de manera ejemplar, igual las soluciones encontradas y las decisiones adoptadas estarán lejos de conformar a todas las partes: será prácticamente imposible que ellas dejen enteramente satisfechos a los diversos grupos e intereses que conforman la comunidad, o que atiendan completamente los intereses de los distintos niveles de gobierno, agencias estatales y empresas contratistas impulsoras del proyecto.
Aquí los resultados del proceso de decisión serán importantes, sin duda. Pero mucho más lo será la calidad con que fue conducido el propio proceso de consulta: si todos los sectores locales han tenido la oportunidad de ser informados en detalle sobre los aspectos del proyecto que más los preocupa, si todas las partes perciben que fueron escuchadas y sus opiniones registradas adecuadamente, si fueron involucrados en la exploración de las soluciones alternativas y, finalmente, si los fundamentos y los detalles de las decisiones adoptadas luego de todo ello les fueron informadas exhaustivamente. En fin, más allá de los niveles de adhesión que despierten las decisiones adoptadas, también en este caso la calidad con que se conduce el proceso de toma de decisiones a nivel local será, en última instancia, el que otorgará legitimidad a las decisiones siempre imperfectas que fueron adoptadas en él.
Podríamos afirmar que existirán en este caso dos procesos decisorios análogos en sus características: uno, conducido por el parlamento del país, que decidirá la obra; otro, al momento de diseñarla y ponerla en marcha, liderado por los equipos de gestión del proyecto, que involucrará a todas las partes interesadas. En los dos perseguiremos resultados valiosos, pero la calidad con que guiemos los procesos que conducen a esos resultados será crucial, pues garantizará la legitimidad y sostenibilidad de las decisiones adoptadas.
Se ha dicho alguna vez que en la democracia las formas sí importan. Nosotros podríamos agregar que en la promoción del desarrollo también.
Quienes deseen profundizar en el conocimiento sobre las estrategias de gestión de riesgos descritas en el artículo, encontrarán una opción de formación ejecutiva aquí.
En una entrada anterior reflexionábamos sobre la calidad del proceso de decisión de alto nivel político: «Cuando el proceso interesa más que el resultado«
Imagen: recorte de la obra «Workers Returning Home», 1913-15 by Edvard Munch, obtenida desde https://www.edvardmunch.org/workers-returning-home.jsp
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Saludos cordiales, me permito comentar el artículo gracias a la amable invitación. Totalmente de acuerdo de dar espacio a la reflexión sobre la enorme incidencia de considerar en los procesos a las personas que se pueden ver afectadas por un proyecto, aún si este tiene la relevancia crítica de resolver una necesidad social que involucra y favorece a una extensa parte de la población y del país, los gestores del proyecto deben escuchar las voces de aquellos que necesariamente ven afectadas sus formas de vida, se trata de un aspecto crucial pero ineludible. Por ello los fines y objetivos y metas debieran incorporar este componente desde la planificación de estrategias, el estudio interdisciplinar de las diferentes situaciones y afectaciones y asimismo la toma de decisiones basada no solo en la dirección de la gestión sino en la previsión del conflictos que podrían incidir en las decisiones de otro actor fundamental: el parlamento del país.
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Es así como lo dices Amparo: la participación de las partes interesadas debe iniciar en el mismo momento en que se concibe el proyecto en los altos niveles políticos, aún si en ese estadío la iniciativa tuviera un nivel de definición muy general. Esto es, no debemos contemplar a las partes interesadas solo a la hora de diseñar en detalle e implementar el proyecto.
Al respecto, muchos poderes legislativos establecen en sus normativas de funcionamiento que ciertos tipos de proyectos, luego de una primera aprobación de ellos por el cuerpo, deben pasar luego a una instancia de audiencia pública, donde las partes interesadas sean escuchadas, y donde puedan incorporarse aquellos ajustes necesarios, antes de volver al cuerpo de parlamentarios para un segundo proceso de deliberación y aprobación. No es un sistema perfecto, pero es un avance en la línea deseada.
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En primer lugar, felicitaciones por el artículo.
Me gustaría comentar que estoy completamente de acuerdo en relación a la importancia del proceso de toma de decisiones, en términos de gestión operativa, en términos de gestión de calidad y en lo que a la involucración de las partes interesadas se refiere.
En este contexto, bajo la perspectiva del “costo a nivel social para un determinado sector/sectores”, el hecho de minimizar el perjuicio de la comunidad afectada jugará un papel fundamental dentro de la estructura y gestión del proyecto, en lo que a gestión de riesgos se refiere.
Para ello, el proceso de comunicación será fundamental, así como la elaboración un plan de actuación que coordinará en todo momento el acompañamiento a dicha comunidad con idea de minimizar los impactos generados por la realización del proyecto.
Existen en la región muchos escenarios en los que las comunidades se ven directamente afectadas por la implementación de diferentes tipos de proyectos, y a nivel personal, y basado en mi experiencia, pienso que queda un amplio margen de mejora a la hora de trabajar con dichas comunidades.
Muchas gracias.
Saludos.
Francisco.
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Saludos Marcelo, muy de acuerdo con lo que dices, más ahora que los proyectos requieren licencia social, que muchas veces van amarrada a la ambiental, definitivamente el proceso es el camino para cualquier resultado, de lo que sea, pues etimologicamente proviene de proceder, avanzar, ceder, el proceso es algo que está en movimiento, donde se conjugan todos los insumos y medios para entregar un resultado, por lo que los beneficiarios y/o afectados son algunos de esos insumos, así como, la comunicación y participación son medios, por lo anterior es claro, que el proceso no sólo hace la diferencia, un proceso adecuado asegura resultados efectivos y un ganar-ganar desde el inicio.
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