Alumbrar la experiencia

No es fácil alcanzar resultados valiosos en las iniciativas que promueven el desarrollo. Lograrlos requiere dar cuenta de realidades sociales complejas e intervenir en ellas durante un tiempo considerable. Conocimiento y esfuerzos continuos resultan imprescindibles para torcer la inercia y lograr cambios que efectivamente mejoren la calidad de vida de una comunidad. Ambos son costosos.

Existen organismos nacionales e internacionales que poseen los recursos financieros para solventarlos. También poseen recursos humanos muy capacitados, especializados en distintas áreas. Sin embargo suelen carecer de un tipo de conocimiento difícil de obtener en los estudios sobre un tema, ese que permite explicar cuál es la dinámica específica que da origen a una problemática en el seno de una comunidad determinada. Por ejemplo, una cosa es conocer los determinantes sociales y económicos que echan leña a la hoguera tóxica de la discriminación y la violencia al extranjero. Otra cosa es comprender las razones por las cuales en un determinado pueblo de un determinado país se ejerce discriminación y violencia contra los extranjeros que son migrantes en camino a su destino final, y que tan solo están de paso por unos días en esa comunidad. Más difícil aún es identificar la forma en que esa dinámica particular se puede revertir.

Quienes suelen conocer estrechamente esas idiosincrasias y la forma de lidiar con ellas son las organizaciones de base comunitaria. Para intervenir con éxito en estos casos es imprescindible incluirlas en un rol destacado en el concierto de una coalición entre distintas organizaciones. Una coalición donde exista un adecuado balance entre instancias de cercanía a la población de destino, y organizaciones con fuertes competencias técnicas y recursos financieros, que operen como apoyo y respaldo a ellas. Y donde el diálogo entre distintos se afiance. De ese modo se construye una coalición implementadora potente. Y la potencia se basa en su diversidad. Serán organizaciones distintas quizá en todas las dimensiones posibles en las cuales las organizaciones se pueden diferenciar. Sin embargo, gracias a ello, en conjunto logran reunir las disímiles competencias que se requieren para impulsar con éxito la intervención. Algo de esto ya hemos dicho en una reflexión anterior .

Pero así como la diversidad otorga riqueza al conjunto, también ofrece algunos desafíos. Por ejemplo, suele ser arduo el esfuerzo por instaurar diálogos significativos entre quienes son muy distintos: diversas visiones, diversas experiencias, diversas culturas y hasta diversos idiomas en algunas circunstancias. ¿Cuál puede ser la estrategia para fortalecer el diálogo entre quienes son diversos pero comparten el interés por el éxito de una misma intervención para el desarrollo? Quizá exista una que valga la pena analizar en detalle: el recurso de contar con un proceso de monitoreo destacado.

¿Qué es el monitoreo? En pocas palabras, es el seguimiento cercano al curso de acción del proyecto y a sus resultados. Un proceso que está en manos del equipo encargado de la gestión de la iniciativa. Sin duda existen otros procesos de monitoreo, externos la mayoría de ellos, pero aquí nos referimos al que lleva a cabo el propio equipo de gestión encargado de la implementación del proyecto. Un proceso de monitoreo gerencial, que provee en forma permanente información sobre el funcionamiento y la consecución de los resultados buscados. Que provee información primordialmente a quienes tienen la responsabilidad de la implementación, tal como los faros orientan a los navegantes, y que permite aprender observando la experiencia.

Sin embargo, el monitoreo debe reunir ciertos atributos si buscamos hacer converger en torno a él a los distintos actores y que la información que arroje sea la materia para sus conversaciones. En principio, todas las organizaciones involucradas en la coalición deben ser concebidas como propietarias y usuarias del proceso. Así, como primera medida para favorecer su apropiación, deberán ser incorporadas desde el momento mismo de su diseño.

No menos importante resulta que exista un entendimiento común entre los diversos actores de cuál será la estrategia de trabajo de la iniciativa, cuáles sus actividades y, fundamentalmente, cuáles son los resultados esperados. En cuanto a estos últimos, será crucial que los distintos asociados alcancen un acuerdo sobre cuáles serán las manifestaciones verificables de los resultados que persiguen. Por ejemplo, si el resultado es “mujeres empoderadas”, entonces habrá de identificarse aquellas actitudes concretas que lo manifestarán, así como la forma de medirlos. Eso que normalmente se resume en la palabra indicadores.

Debido a las distintas funciones que cada miembro de la coalición desempeñará durante la implementación del proyecto, viene luego la necesidad de identificar cuáles son las preguntas que cada actor necesita responderse para juzgar su desempeño. Algunas averiguaciones serán iguales para todos, otras no: según la función que cada organización desempeñe le interesará conocer la evolución de ciertos indicadores que no necesariamente le interesarán a otras organizaciones asociadas. Hay aquí entonces una tarea de “personalización”, de hacer algo parecido a una prenda a medida de cada quién.

Otro momento clave es el reparto de los esfuerzos necesarios para relevar la información. La forma más eficiente de hacerlo es que cada actor releve información sobre los hechos que le sean más cercanos. Sin embargo, que le resulten cercanos no es sinónimo de que le interesen especialmente, aunque seguramente a algún otro miembro de la coalición sí le interesan. Por lo tanto, si no existe un acuerdo generalizado entre todos los miembros de la coalición, lo más probable es que cada uno recoja la información que pueda solo de aquello que le interese. Si eso sucede estaremos lejos de contar con un cuadro de información integral, imprescindible para tomar decisiones sobre el rumbo general.

Por último, la información que genera el proceso de monitoreo debe circular en un flujo de doble vía: no solo cuando se recogen datos, que es solo un medio, sino fundamentalmente luego que ellos se procesan: recién en ese momento ofrecen posibles respuestas a las preguntas que los distintos cooperantes necesitan responderse para ajustar su actuación.

Y será sobre la interpretación de esa información, sobre las implicancias de lo que ella estará indicando con respecto al desempeño del proyecto, que surgirán los diálogos más significativos entre los miembros de una coalición.

El fruto más preciado de esos diálogos será una serie de decisiones y ajustes analizados y acordados conjuntamente, que reforzará los compromisos de trabajo mancomunados en aras de la iniciativa de desarrollo que los reunió.


Un dato para quienes se encuentren involucrados en alguna intervención para resultados en el desarrollo y deseen profundizar sobre estos aspectos: les será de utilidad el curso prácticas gerenciales de monitoreo: hacia una cultura de aprendizaje en la gestión del desarrollo, del banco interamericano de desarrollo. allí podrán obtener un mapa conceptual completo sobre el proceso de monitoreo, así como ejercitarse en su diseño y administración. aquí el link: https://cursos.iadb.org/es/indes/pr-cticas-gerenciales-de-monitoreo-hacia-una-cultura-de-aprendizaje-en-la-gesti-n-del

Imagen: Antibes. Morning Paul Signac. 1914, obtenida desde https://artsandculture.google.com/asset/antibes-morning-paul-signac/_gGgQHIJuxlFpA?hl=es


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