Desencadenantes del cambio

La cadena causal de un proyecto para promover el desarrollo nos dice cuáles serán los cambios valiosos buscados en las personas, comunidades u organizaciones a las que va dirigido. También expresa cómo esos logros habrán de producirse. Aun así, la secuencia de resultados previstos en ella no deja de ser una hipótesis, una conjetura rodeada de incertezas.

Si bien la serie insumos−>procesos−>productos−>efectos−>impactos sintetiza los distintos eslabones que integran la cadena causal de una intervención, los enlaces entre ellos están lejos de ser relaciones causa-efecto indubitables, esto es, no son conexiones gobernadas por leyes similares a las que rigen las ciencias naturales. En los hechos esos engarces entre resultados buscados de diverso nivel son tan solo apuestas, cuya efectiva ocurrencia estará cercada por crecientes niveles de incerteza a medida que avancemos en su consecución. La bibliografía sobre gestión de proyectos para el desarrollo suele denominar modelo lógico al enfoque causa-efecto, teoría del cambio al conjunto de relaciones causa-efecto y gestión del riesgo al manejo de las incertidumbres que rodean su ocurrencia.

Los primeros eslabones de la cadena refieren a vínculos más previsibles: son los que vinculan los insumos con los procesos de trabajo y a éstos últimos con los bienes y servicios producidos por el proyecto o servicio. Por otro lado se encuentran los encadenamientos de ocurrencia menos certera, que vinculan esos bienes y servicios con los cambios que ellos deberían suscitar en el corto plazo entre la población objetivo. Más incerteza aún aguarda a los enlaces entre estos últimos y los cambios valiosos en el funcionamiento colectivo, ya en el mediano y largo plazo, que es de esperar sucedan por efecto del ciclo virtuoso puesto en marcha.

Un ejemplo

Supongamos que nuestro proyecto busca contribuir a la protección del ambiente a través de la promoción y el fortalecimiento de una economía de carácter circular, que se base en el principio de reutilizar las materias primas que contienen los productos que se descartan una vez finalizada su vida útil.

Teniendo tal norte en mente, buscaremos que en el mediano o largo plazo las industrias tengan a disposición, y a un costo competitivo, materias primas que provengan de la actividad del reciclado. Eso disminuiría los volúmenes de extracción de nuevas materias primas con el consiguiente deterioro de los recursos naturales.

Entonces, en el corto plazo tendríamos que lograr que la ciudadanía practique procesos eficientes de separación y disposición de residuos domiciliarios, de modo que éstos lleguen a las industrias en condiciones de higiene y diferenciación adecuados pues así disminuye el costo de procesarlos para volver a convertirlos en insumos para la producción.

Para tal fin necesitaremos que los consumidores sepan y deseen separar adecuadamente en sus hogares los residuos orgánicos de los inorgánicos, pues son estos últimos los que serán utilizados por la industria del reciclado.

A su vez, si buscamos que los ciudadanos se tomen el trabajo descrito antes habrá que persuadirlos de la utilidad del esfuerzo. Dicho así suena fácil, pero la experiencia muestra que no lo es: deberemos modificar normas culturales y actitudes muy arraigadas. Así, una iniciativa que busque incentivar a las personas para que modifiquen esas normas y actitudes deberá sensibilizar, informar y ofrecer argumentos sólidos con respecto a que la adaptación a nuevas formas de tratar los residuos es necesaria y justifica el esfuerzo pues traerá aparejado un mayor bienestar para las futuras generaciones, y quizá la nuestra misma.

Para ello recurriremos a la generación de un conjunto de bienes y servicios más o menos conocido: los que integran las campañas de sensibilización, información y capacitación. De esa manera el primer tramo de la cadena causal de nuestra intervención referirá a los insumos y a los procesos de trabajo que permitan la elaboración de aquellas piezas y acciones de comunicación que suelen caracterizar a una campaña como la mencionada. Quizá este sea el tramo de la cadena con mayores certidumbres pues contempla aspectos operativos conocidos, que en su gran mayoría dependen de que realicemos el trabajo con idoneidad técnica.

Ahora que llegamos a definir qué es lo que tenemos que hacer, veamos nuevamente lo que debemos lograr con ello. Se espera que esas acciones de incidencia sobre los ciudadanos desencadenen cambios en la forma en que ellos disponen los residuos. Pero la ocurrencia de esos cambios tiene carácter de hipótesis: que ocurra ese cambio es una conjetura que puede o no verificarse luego en la práctica, o que podría verificarse en cierto grupo de población, y no en otro. No es seguro que campañas como las descritas logren su cometido. En este tramo de la cadena causal, la certeza de que una cosa lleve a la otra es mucho menor.

Ya en el mediano plazo, y siempre apostando a un efecto dominó, encontraremos la parte de la cadena causal en donde se supone que esos residuos serán aprovechados por un sector de la industria, que los recuperará para así reconvertidos en nuevos insumos para la producción de otras industrias. Que tal cosa suceda también es una hipótesis pues, por ejemplo, bien podría suceder que las industrias existentes capaces de procesar y recuperar materiales valiosos de los residuos juzguen que es imprudente invertir más capital para ampliar su capacidad de procesamiento para tratar una mayor cantidad de residuos. O puede ocurrir algo muy relacionado con ello: que esas industrias recicladoras vean que no tendrían a quién vender esa mayor producción. Aquí entonces el vínculo entre más y mejores prácticas de disposición diferenciada de residuos domiciliarios −resultados en el corto plazo de nuestro proyecto− podría, o no, estar desencadenando procesos productivos que reintroduzcan en el ciclo productivo materias primas recuperadas de los residuos: resultados en el mediano plazo. En este tramo de la cadena causal, donde los cambios valiosos de corto plazo gatillarían cambios valiosos en el mediano y largo plazo, la hipótesis es aún más endeble pues está sujeta a una serie de supuestos sobre cómo se comporta el contexto, que podrían no cumplirse.

Recapitulando, podemos decir que si bien la cadena causal de un proyecto nos sintetiza cuáles serán los desencadenantes de las transformaciones sociales valiosas que buscaremos alcanzar con el proyecto, los distintos niveles de logros estarán eslabonados mediante relaciones causa-efecto de creciente incertidumbre. Reconoceremos una enlazamiento de relativa certidumbre, que vincula procesos de trabajo con bienes y servicios ofrecidos por el proyecto: procesos−>productos; uno más incierto, el que enlaza estos productos con los cambios de corto plazo que éstos deberían motivar en la población objetivo: productos−>efectos; y, por último, uno mucho más incierto: el que conjetura que ciertas modificaciones positivas en los valores, conocimientos y prácticas de las personas desencadenarán en el mediano y largo plazo ciclos virtuosos de transformaciones en el funcionamiento social: efectos−>impactos.

Así podríamos decir que el camino al desarrollo, como la vida misma, se abre paso entre incertezas.


Sugerencias para quienes deseen explorar más:

Para una opción de formación corta y de orientación práctica sobre cómo elaborar teorías de cambio o cadenas causales para proyectos de promoción del desarrollo, aquí encontrarán descrita una opción: https://bit.ly/2K91qsF

Para profundizar sobre la detección y manejo de las incertidumbres que rodean a una intervención para el desarrollo −tema generalmente denominado gestión del riesgo seguramente encontrarán de utilidad esta opción de formación profesional también breve, como la siguiente: https://bit.ly/3bhp2Vy

Sobre los fundamentos de la economía circular: https://blog.oxfamintermon.org/economia-circular-ejemplos-en-el-dia-a-dia/

Sobre la imagen: Play the Cave, Mahatat for Contemporary Art, Gizah, Egipto, obtenida de Google Arts & Culture aquí: https://bit.ly/33PtyIt


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