Al impulsar intervenciones para promover el desarrollo buscamos enfrentar ciertos problemas públicos. Estos suelen ser
complejos. También lo son los entornos políticos e institucionales a través de los cuales la intervención debe desenvolverse.
En estos últimos las situaciones cambian con velocidad.
Y es impredecible el sentido que adoptará el cambio.
Por esa razón, no existe hoja de ruta alguna que, una vez trazada, podamos seguir sin necesidad de ajustar sobre la marcha el rumbo preestablecido.
Conscientes de ello, los gestores que tomamos a nuestro cargo la implementación de un proyecto difícilmente podremos guiarnos ciegamente por los planos generales que nos ofrezcan quienes han diseñado la iniciativa.
Para llevar a cabo nuestra tarea, y alcanzar los resultados de cambio social buscados por el proyecto, deberemos poner en marcha estrategias evolutivas. Ellas estarán basadas en ensayar las cosas y aprender rápidamente sobre sus resultados a través de circuitos de retroalimentación acelerados.
La herramienta para poder hacer esto es el proceso de monitoreo y evaluación a cargo de los propios gestores que implementan la intervención. A través de ese proceso gerencial obtendremos un seguimiento estrecho y permanente a lo que vamos haciendo y logrando (o no logrando). Ello nos facilita la tarea de detectar los obstáculos imprevistos que aparecen durante la fase de implementación. También nos ofrece información sobre las oportunidades que se presentan para alcanzar más y mejores resultados. Hallazgos que nos permiten, a su vez, reformular en tiempo y forma las acciones para dar respuesta y superar el problema a medida que aparece, incorporando oportunamente las lecciones que se adquieren en tiempo real.
Así, el proceso gerencial de monitoreo inicia con una búsqueda de información. Y como sucede en toda indagación, primero es necesario contar con alguna conjetura sobre dónde debemos de ir a buscar la información, sobre cuáles son las preguntas que quisiéramos poder respondernos. Si no nos hacemos una idea de qué estamos buscando, jamás lo encontraremos. Si la pregunta es equivocada, de nada nos servirá contar con la información para responderla adecuadamente.
Y los interrogantes que estructuran el proceso de monitoreo son fundamentalmente eso, ideas de qué nos interesa, de qué información queremos buscar. Y como tales, irán cambiando a medida que avancemos en la implementación del proyecto. Inquietudes que también variarán según sea la perspectiva de los diversos actores involucrados en la gestión de la intervención.
La capacidad para interpelar la realidad a través de la correcta identificación de esos interrogantes será una base sólida para quien aspire a disponer de un proceso de monitoreo y evaluación que permita aprender sobre la marcha.
Capacitación: he aquí, en este link ↗ una opción formativa, corta y con enfoque práctico sobre este tema que ofrece el BID. Está dirigida a quien desee perfeccionar sus competencias para identificar y elaborar preguntas estratégicas, interrogantes capaces de orientar la búsqueda de información sobre el curso que va adoptando un proyecto, de modo de hacer del proceso de monitoreo y evaluación un esfuerzo selectivo y económico.
Imagen: Rodin, A. (c. 1880). El Pensador. París, Francia. Museo Rodin. Obtenida de https://www.musee-rodin.fr/es
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