Perspectiva

El enfoque de efectividad en el desarrollo expresa tanto una forma de concebir las intervenciones como una guía para la gestión. En su núcleo laten dos conceptos: teoría del cambio Piazza San arcosy gestión estratégica. Juntos iluminan un conjunto de mejores prácticas al momento de concebir y gestionar todas aquellas iniciativas que se propongan mejorar la calidad de vida de las personas.

 

Todo proyecto que se inscriba en el campo del desarrollo tiene el propósito de impactar favorablemente en las condiciones de vida de las personas. El enfoque de efectividad en el desarrollo parte de esa base al postular que la estrategia de la intervención debemos fundarla en una serie de conjeturas explícitas sobre cómo y porqué lograremos con ella desencadenar un ciclo virtuoso de transformaciones en los individuos y en su funcionamiento social.

Más concretamente, nos solicita que los proyectos dispongan del respaldo de una teoría, de una estrategia explícita. De un argumento a través del cual los responsables del proyecto respondamos dos preguntas: cuáles serán las situaciones que buscaremos alterar, las cuales hemos seleccionado porque les atribuimos capacidad para desencadenar la transformación deseada, y cuáles serán aquellas situaciones cruciales del entorno que deberán permanecer sin cambios para permitir esa evolución.

Así, la explicitación de la estrategia de la intervención expresará una teoría del cambio, según la ha dado en llamar la literatura especializada. Ella estará sostenida en dos pilares conceptuales: en la cadena causal de resultados, que dirá en forma clara cuáles son las situaciones que buscaremos alterar, y en los supuestos críticos, donde dejaremos constancia de cuáles son las situaciones del entorno que, según nuestra estimación, resultan cruciales para que suceda la secuencia de cambio perseguida.

La cadena causal de resultados.

Ésta vincula lógicamente los distintos niveles de profundidad en el cambio que esperamos ir alcanzando en el tiempo de implementación del proyecto.

Su propósito será el de hacer explícita la estrategia de la intervención, identificando y comunicando la serie de relaciones causa-efecto que desencadenarían el cambio valioso buscado en las personas. Una estrategia que también nos permita explicar en palabras sencillas cuáles serán las acciones que creemos necesario realizar desde el proyecto para poner en marcha y fortalecer ese proceso de cambio.

Esas relaciones de determinación entre fenómenos o situaciones suelen extraerse de la experiencia adquirida, de lo que se ha aprendido en intervenciones análogas.

Sin embargo, el enfoque de efectividad en el desarrollo prescribe que, al momento de concebir e implementar el proyecto, esas relaciones causa-efecto que componen la cadena causal necesariamente deberán adoptar para nosotros, sus impulsores, un carácter hipotético. Esto es, que debemos partir de la base de que su ocurrencia no está garantizada, que nos encontramos ante relaciones causales de las que es necesario dudar y solo podremos verificar su validez a medida que avancemos en la implementación del proyecto.

 

Los supuestos sobre el contexto.

El otro pilar de la teoría del cambio lo constituye el conjunto de supuestos, de situaciones que se han considerado como de existencia necesaria en el contexto del proyecto. Un estado de cosas que permitirían que se desenvuelva el ciclo virtuoso de cambios presupuestos en la cadena causal. Referimos aquí a las situaciones del entorno sobre las que hemos hecho la suposición de que deberían permanecer sin cambios, o con un curso favorable, pues de lo contrario el proceso de cambio podría malograrse. Suposiciones de las que, la mayoría de las veces, ni siquiera somos conscientes.

Ello se fundamenta en algo bastante obvio: que toda intervención de promoción del desarrollo es vulnerable por el simple hecho de que está sujeta al influjo de un conjunto de factores del contexto cuya dinámica no depende de la voluntad de los impulsores del proyecto. Y a que algunos de esos factores del entorno poseen capacidad para afectar negativamente la consecución de los resultados buscados.

De manera consciente o no, al momento de elaborar o de reconstruir la cadena causal de resultados que anima a un proyecto, habremos tenido que efectuar una serie de suposiciones sobre cómo se comportarán esos factores de naturaleza crítica para el proyecto. Habremos tenido que efectuar conjeturas con respecto al comportamiento de ciertas situaciones positivas del entorno, que son las que harán viable el proyecto. A que ellas existirán y se mantendrán sin cambios durante su implementación.

Aquí también el enfoque de efectividad en el desarrollo pone en duda la capacidad que tenemos los gestores del desarrollo para pronosticar cómo ha de ser el contexto futuro en el que se desarrollará una intervención. Por lo tanto, también adjudica a esos vaticinios un carácter hipotético. Así, los supuestos críticos que contenga la teoría del cambio de nuestra intervención consistirán en otro conjunto de hipótesis sobre cómo creemos que será la dinámica en la que se desenvolverá aquel conjunto de factores que escapan a nuestro control directo.

En ese sentido, habrá al menos dos niveles de la realidad sobre los que necesitaremos identificar supuestos críticos: en principio, sobre aquellos factores cuyo cambio o transformación responde a dinámicas que son independientes de la existencia del proyecto; en segundo lugar, a aquellos otros factores cuyo cambio o transformación podría responder a dinámicas que se activan a partir de la existencia del proyecto.

 

Las intervenciones como experimentos.

De lo dicho hasta ahora se desprende una conclusión: el enfoque de efectividad en el desarrollo nos lleva a observar a nuestras intervenciones desde una perspectiva distinta. Una que nos hace tomar consciencia de que estamos rodeados de incertidumbre, de falta de certezas. De que nos encontramos impulsando y conduciendo un experimento de cambio social. Uno en donde habrá que ir viendo, paso a paso, si se verifica el conjunto de hipótesis sobre el que se basó su concepción.

Un experimento que deberá demostrar si, en aquella situación real sobre las que nos toca intervenir, efectivamente resultan acertados los pronósticos sobre las relaciones causa-efecto que habrán de ocurrir y sobre cómo se comportarán las condiciones del entorno.

Y si asumimos esta perspectiva, entonces necesitaremos también alterar la concepción sobre cómo gestionamos las intervenciones para promover el desarrollo. Esas nuevas imágenes para pensar las funciones propias de la implementación se engloban en el concepto de gestión estratégica, que integra, junto a la teoría del cambio aquí comentada, el enfoque de efectividad en el desarrollo.

Comentaremos con algún detalle las características de la gestión estratégica en una próxima entrada.


Para saber más:

Formación: los interesados en profundizar sobre estos conceptos disponen de una formación ejecutiva en los cursos que integran el Programa Efectividad en el Desarrollo, ofrecidos por el Banco Interamericano de Desarrollo. Sus principales características, así como los datos para acceder a ellos, están aquí: https://gestiondeldesarrollo.com/programa-efectividad-en-el-desarrollo/  

Lectura en profundidad: varios de los conceptos compartidos más arriba pueden encontrarse intensamente desarrollados en la siguiente obra: Funnell, S.C. and Rogers, P. J. (2011) Purposeful program theory: effective use of theories of change and logic models.  San Francisco: Jossey-Bass/Wiley. Una reseña de ella, siempre en la lengua de Shakespeare: https://www.betterevaluation.org/en/resource/guide/purposeful_program_theory

Imagen:«Piazza San Marco, Venice (Giovanni Antonio Canal, called Canaletto) , 1943.106,” Harvard Art Museums collections online, Aug 22, 2021, https://hvrd.art/o/304349.


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